A tres años de la insurrección cívica del 2018, honramos la memoria de quiénes perdieron sus vidas y libertad por aspirar a vivir en un país justo, transparente y democrático. El legado de estos mártires quedará escrito en la historia de Nicaragua y su sacrificio no será en vano.
El mayor homenaje que
se le puede dar a la gesta heroica de los centenares de compatriotas que hoy
nos faltan, es mantenernos firmes en la lucha que emprendieron y que
compartimos, construyendo la tan anhelada república. No obstante, para no caer
en la retórica, es imprescindible fijar las miradas en la no repetición y la
cero tolerancia a la pertinente impunidad.
Mientras el
círculo vicioso de las viciadas formas de hacer política no sea desmontado,
Nicaragua se hundirá periódicamente en sangre ¡No queremos mártires! Las y los
nicaragüenses tenemos derecho a vivir.
Estos tres años
han estado marcados por los sentimientos encontrados: ira; frustración; dolor y
desesperación, lo cual no significa que la lucha se haya perdido o desvirtuado.
Las muestras de los múltiples impactos de este levantamiento son extensas, las
cuales serían demasiadas como para enlistarlas en esta nota. Sin embargo,
conviene mencionar algunas de éstas:
·
Convergencia
de sectores:
Antes del 18 de
abril era impensable que en una misma mesa se llegasen a sentar los empresarios;
las feministas; el campesinado; el estudiantado; las agrupaciones territoriales
y la iglesia católica, mientras en las calles también se aglutinaban colectivos
LGBTIQ+; el gremio médico; entre otro vasto etcétera.
·
La
caída del “paraíso de colores”:
Desde el retorno
del frente sandinista al poder, éste ha emprendido un plan a través de diversos
mecanismos para fomentar la indiferencia y desalentar a la población en la
participación de los ejercicios de ciudadanía. A menudo, para quienes nos oponíamos
a las embestidas en contra del Estado por parte de la familia ortega murillo y
sus operadores, nos era lamentable ver tal escenario de desinterés popular. El
régimen invirtió tiempo y recursos en distraer las miradas internas y externas, creando la imagen ficticia de una Nicaragua
feliz; segura y próspera, donde “venían celebridades a vacacionar porque no
podían irse al más allá sin antes haber venido a comerse un vigorón en el
parque central de Granada; ir al salvador allende y tomarse fotos en el mirador
de Catarina ¡Si es que éramos la envidia del mundo mundial! Ah… y ¿Cómo olvidar
cuando un año antes, la familia dictatorial montó las olimpíadas
centroamericanas en Nicaragua? Todas estas cortinas de humo pretendían tapar la
podredumbre que el FSLN nos estaba recetando. Abril tiró de tajo todos esos
adornitos que la dictadura nos había estado poniendo y como se dice en buen
nica: a estas alturas, el régimen a nadie le da atol con el dedo.
·
La
visibilización de sectores marginados:
Otro aspecto
impensable antes de la rebelión cívica era que un campesino o una persona
afrodescendiente aspirasen a una candidatura presidencial, como es el caso de
Medardo Mairena y George Henríquez, ambos integrantes de la Coalición Nacional.
A pesar del incierto
panorama, en especial por la retardación de justicia, la continua represión que
ejerce el régimen a través de los mecanismos de Estado y los paramilitares y su nula voluntad de dejar el Poder, la hegemonía en la imagen proyectada sobre
Nicaragua se cayó. Ya los aparatos propagandísticos de la dinastía no dan abasto
ante el rechazo internacional que ésta se ha ganado, lo cual va desde acciones
individuales de personalidades que se han negado a participar en actividades
promovidas por la dictadura, como acciones que ejercen los Estados y organismos
internacionales mediante las sanciones a autores y colaboradores de crímenes
cometidos por la tiranía ortega murillo.
Nos queda
continuar luchando desde las trincheras accesibles para lograr una mayor presión
nacional y extranjera en aras de conseguir la tan ansiada caída de una
dictadura que desde hace catorce años viene cobrando los derechos fundamentales
de la población nicaragüense.
¡De que se van, se van!
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