En una sociedad hundida en la hipocresía conservadora, donde el patriarcado es el que dicta los modos de convivencia, cualquier forma que se le resista es merecedora de flagelo. Bajo esta dinámica son las mujeres quienes se llevan la peor parte.
En
Nicaragua, la sexualidad femenina no ha dejado de ser un tabú, tanto así que, por
poner un ejemplo, hoy por hoy en los hogares religiosos (que representan una
grandísima parte de la población), las adolescentes son obligadas a casarse si
salen embarazadas.
Por un lado, tenemos una política de Estado reacia a crear mecanismos de acceso a la educación sexual en jóvenes y por el otro, la decisión de interrumpir un embarazo no es una opción, independientemente de las razones que hayan de por medio. Incluso si es un hecho que el parto le va a costar la vida a la mujer.
Las
embarazadas contra su voluntad cargan con el peso de una familia y una sociedad
que las obliga a parir. En este punto es donde se dilucida más el reproche
cultural a la libre disposición de la sexualidad femenina, donde la expresión
más común viene siendo “para que andan de calientes, ahora que carguen con las
consecuencias”, evidenciando la plena carga de la responsabilidad sexual sobre la mujer.
Realmente,
esta idea de la maternidad correctiva es perversa tanto para la madre como para
la criatura, pues por una parte obliga a un ser humano a culminar un embarazo;
a parir y a criar, mientras que por el otro está instrumentalizando a una
persona que es nacida por el mero propósito de servir de “escarmiento”.
Como
es bien sabido, la presión ejercida sobre la maternidad correctiva tiene una
vigencia durante la gestación y una vez que ésta culmina, el bebé queda a la
deriva, llegando hasta allí el “interés” por el cual la sociedad mojigata y los
grupos conservadores se rasgan las vestiduras.
Quienes
sostienes tales ideas, hablan de la posibilidad de dar en adopción al infante,
lo cual es otra falacia, puesto que la mujer que no cumple con el mandato de
crianza pagará un alto costo ante una cultura misógina.
Alrededor
de la maternidad correctiva, se han venido impulsando fuertes campañas
promovidas por sectores de extrema de derecha inspirados en la Iglesia Católica. Detrás están los sectores reaccionarios que pretenden reinstaurar
regímenes fascistas que por sus formas violentas de hacer política, pretenden
coartar al extremo la libre disposición sobre las conciencias y los cuerpos de
los individuos.
Por
otra parte, resulta paradójico que la Iglesia Católica en nombre de la niñez y
la vida, promueva campañas que en el fondo van orientadas a impedir que las
mujeres decidan sobre sus cuerpos. Cabe recordar, que dicha Iglesia es
recurrentemente señalada de cobijar a pederastas que bajo figuras de autoridad
espiritual y religiosa ejercen crímenes sexuales contra la niñez.
En
este sentido, se puede observar la pobre evolución que han tenido los Estados occidentales
en lo que a laicidad respecta. No es posible que los delitos cometidos por
curas; cardenales y demás ministros religiosos sigan tratados por el fuero
canónico y no sean juzgados como a delitos de su naturaleza. Esto no es otra cosa
más que impunidad.
Mientras
la Religión siga legislando en países como Nicaragua, la desigualdad va a continuar
imperando, llevándose siempre la peor parte los grupos socialmente oprimidos y
discriminados, siendo las mujeres y las niñas parte de éstos. De igual modo,
mientras la sociedad nicaragüense siga insensible ante la tragedia de los
embarazos infantiles y las muertes por abortos clandestinos, a la vez que
normaliza la violencia sexual, el país va a seguir siendo un infierno para las
mujeres pobres y rurales.
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