Lo que debería ser una gran fecha conmemorativa para Centroamérica, no es más que otro número. La formalidad dice que la región hoy cumple un bicentenario de independencia de la Corona española.
La realidad de 4 países que conforman el
istmo es opuesta al ideal que se tiene con la palabra “independencia”. De aquí
surge la interrogante ¿Qué ha cambiado para las y los centroamericanos de a pie
que son la mayoría?
Sin duda alguna estos dos siglos no han
sido más que una continuación del régimen colonial en la región ¿Y el cambio,
entonces? Sencillo, se removió el poder de la Corona sobre estas tierras porque
a la clase económicamente privilegiada de la región no le era conveniente tener
que tributarle a una monarquía obsoleta y lejana que no hacía más que imponerle
sus mandatos a la emergente clase burguesa decimonónica de la región.
¿De dónde salieron los que sacaron a los
españoles?
La autoría intelectual de los movimientos
independentistas recaía casi en su totalidad en personalidades que
representaban a dicha burguesía. La clase política imperante estaba compuesta
por hombres blancos descendientes de conquistadores que comenzaron a amasar
riquezas en estos territorios y para quienes era una odiosa carga el tener que seguir
contribuyendo a un reino sin tener sentido de pertenencia.
No obstante, éste era apenas un ínfimo
sector poblacional, pero que ostentaba el poder económico y militar. La mayor
parte de habitantes ha estado compuesta por mestizos, comunidades originarias y
población afrodescendiente. Quedando especialmente las dos últimas en las
mismas condiciones precarias a como las había mantenido la Colonia.
No se puede descartar la influencia
liberal en los procesos de independencia. Sin embargo, la configuración
político-social continuó bajo la estructura colonial, a pesar de haberse constituido
como repúblicas la entonces Centroamérica y los ahora cinco países que la
conformaban.
Problemas como la inequitativa
distribución de las tierras, el desplazamiento de comunidades autóctonas, el
exterminio de poblaciones indígenas y el saqueo de los recursos naturales es
algo que continúa más vigente que nunca.
En Nicaragua se puede ver una muestra de
esas arbitrariedades, donde el Estado al servicio del matrimonio ortega murillo
ejecuta sistemáticamente políticas dirigidas al mayor extractivismo del
territorio nacional.
A pesar de que todos los gobiernos que
pasaron tuvieron prácticas discriminatorias y de explotación hacía las regiones
autónomas de la Costa Atlántica, en los últimos catorce años se ha visto una agravación
del despojo de tierras y exterminio a las poblaciones originarias en dichas
regiones. Es bien sabido cómo el ejército; la policía y colonos armados por el
frente sandinista han asediado; encarcelado y asesinado a líderes comunitarios
en los territorios.
La explotación minera y el uso de grandes
extensiones de tierra para la siembra de palma africana son parte de las causas que mueven al régimen para llevar a cabo sus brutales
prácticas que atentan contra la vida de las comunidades Miskitas, Mayangnas,
Sumos; Ramas y Creoles. Todo lo anterior
en clara violación al estatus de autonomía legalmente reconocido para la
región.
A nivel centroamericano, históricamente
los gobiernos de Guatemala; Honduras; El Salvador y Nicaragua han pretendido
liquidar cualquier rasgo originario de sus países. Se ha impuesto el castellano
como lengua oficial y sistemáticamente se ha desculturizado a los pueblos
autóctonos.
Tales acciones gubernamentales son intrínsecas
a un pensamiento colonial: patriarcal; racista y clasista. Las iglesias han
sido determinantes en estos procesos de neocolonialismo y la batalla entre las
ideas emancipatorias de laicidad y las formas tradicionales de hacer política,
han marcado la casi totalidad de este bicentenario.
Los Estados de Guatemala; Honduras; El
Salvador y Nicaragua sin duda han continuado con la práctica heredada de la
Colonia. Estos dos siglos de la llamada independencia no es otra cosa más que
un cambio de amos. Centroamérica, anteriormente conocida por ser región de
repúblicas bananeras, sigue teniendo una economía preponderantemente agrícola y
rural.
Lo negativo de la condición económica de
estas repúblicas es que el campesinado y las poblaciones originarias siguen
sometidas al sistema de despojos; persecución y exterminio por parte de las élites
gobernantes que obedecen al criterio colectivo de hacer política.
Por lo tanto, la independencia tiene que
comenzar desde el individuo. Mientras se continúe viendo con menosprecio a quienes
no son blancos; creyentes; heterosexuales y de privilegiada condición socioeconómica,
la colonia va a seguir vigente.