Imagen tomada de: https://www.laprensa.com.ni/2016/06/15/nacionales/2052110-trabajo-infantil-sigue-siendo-una-pesadilla-nicaragua |
Cuando el Estado abandona su obligación de garantizar la satisfacción de los derechos consagrados en la Constitución, las iniciativas son tomadas por la sociedad civil. Tal es el caso del desarrollo integral de la niñez y adolescencia, un tema al que la dictadura Ortega Murillo ha vuelto la cara hacia otro lado.
Hay situaciones en que la realidad es tan palpable, que los datos
numéricos vienen a ser una mera formalidad. Tal es el caso del aumento de
niñas; niños y adolescentes en las calles pidiendo, limpiando vidrios en los
semáforos; haciendo acrobacias; entre otras formas de explotación que
comprometen su integridad física y sano desarrollo.
Aún con los esfuerzos de los pocos albergues del país en resguardar a este sector vulnerable de la población, el número de niños y adolescentes en las calles ha venido ascendiendo drásticamente en la última década.
En un país tan empobrecido como Nicaragua, la manutención de albergues y
centros de acogida ha venido de fondos de la cooperación internacional, en su
mayoría y otra parte de la voluntad privada de la sociedad. Esto viene a
reafirmar la negativa gubernamental en responsabilizarse al respecto.
En ciertos países como los Estados Unidos, el Estado designa un presupuesto
a los centros de acogida, ya que la responsabilidad tutelar de menores en
desamparo es delegada a entidades privadas. En Nicaragua, además de que el
Estado se ha desobligado en absoluto al respecto, el nominal ministerio de la familia
se encarga de ejercer las tres funciones delegadas por el frente sandinista:
ser un brazo represor más; garantizar prebendas a su estructura burocrática y
adornar altares y nacimientos en diciembre.
En el último trimestre, la ofensiva contra las ONG se ha intensificado,
donde en el último mes el blanco son los albergues infantojuveniles. Los ataques
hacia estas entidades han sido bajo el argumento del retorno de los beneficiarios
a sus hogares.
Sin duda, la razón de la clausura por parte de la dictadura hacia los
centros no tiene ni pie ni cabeza (aparentemente), lo cual deja mucho qué pensar
respecto al impacto que esto va a generar. Al respecto, conviene recordar que encima
de la crisis sociopolítica; la pandemia del COVID-19 y los desastres naturales,
el país se está enfrentando a una ola de desapariciones de niñas y mujeres. Esto
deja qué pensar acerca del futuro de las personas que quedarán fuera de la protección
de los centros. Por un lado, las víctimas, volverán al entorno de violencia y
abuso de donde habían logrado salir; volverán a la calle, expuestas los riesgos
que ésta acarrea para una persona menor de edad: drogas; delincuencia juvenil y
explotación sexual.
Por tanto, armando las piezas de este trágico rompecabezas, se encuentran
dos supuestos que van de la mano: aumento en el número de desapariciones y
mayor número de niños; niñas y adolescentes en la calle producto de los
mencionados cierres. Deliberadamente o no, la situación va a representar el panorama
más favorecedor para las redes de trata de personas. Este contexto, sumado a la
ausencia de una autoridad que prevenga y persiga al crimen, hacen la combinación
ideal para que las organizaciones criminales tengan luz verde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario